Segunda versión de este blog que no pretende más que dar rienda suelta a mis pensamientos, vivencias y ocurrencias de última hora. Por supuesto, tod@s invitados. Y no... mi padre no lo sabe.
Escuchando flamenco y leyendo El País, con un aire de cultureta que no acababan de entender en su casa, recibió su visita. Estaba solo y fue un alivio porque no tenía ganas de dar explicaciones. Como de costumbre, no tenía nada que ofrecerle excepto salir a tomar café.
Cuando no me decido a ponerme a trabajar, ya sea en el trabajo propiamente dicho, en la casa, a estudiar... recurro al viejo truco de hacerme un planning. Cojo un folio, la pluma y mis mejores intenciones y reparto por horas, días o semanas las tareas pendientes. Luego lo miro incrédulo y me río de mi mismo.
La relación de amistad que estoy teniendo con mi compañera de trabajo me tiene confundido. Parece que si uno hace algo por el otro, el otro tiene la obligación de devolverle el favor. Y yo no soy así. Hoy la he invitado a almorzar un extraño dulce de esos que sólo como yo y ella ya me está preguntando dónde puede comprar algo así para invitarme mañana.
Me vestí corriendo porque no me apetecía abrir la puerta en slips para oír las quejas que algún vecino querría hacerle al presidente de la comunidad. Y allí estaba él... o mejor dicho Él. No, no me interesa vender el piso, gracias. Okay, si cambiás de opinión, namás llamame. Cerré la puerta y todas mis fantasías sexuales protagonizadas por comerciales argentinos me recordaron que seguía haciendo calor.
Ya ni me acuerdo de cuál fue nuestra canción. Seguramente la elegí yo, porque así lo hice con todo lo que rodeó a nuestra corta relación. Todo menos cuando después de un café me dejaste. Allí, en mitad de la calle, de mi calle, sin saber explicarme por qué. Te besé... a mí si que me apetecía de verdad, y te fuiste. Ya.
Cada vez estoy más seguro de que la suerte se ha reído de mí.
Veamos. El traje que me compré para la boda de Rafa me vale. Total, sólo me lo he puesto una vez y la gente es diferente, afortunadamente. Luego, la camisa negra ya no está para nada, así que me pondré la de cuadros marrones que es muy elegante. No, no pega con las rayas y me apetece estrenar. Mierda, me tengo que ir de compras, y otra vez a última hora. Pazienzia.
Tenemos estos días a un holandés en el laboratorio haciendo pruebas y el pobre lo está pasando fatal por la temperatura tan agradable con la que el tiempo nos está sorprendiendo. El chico, cuyo nombre es irrepetible e imposible de escribir apenas habla, no almuerza ni toma café, puede estar horas mirando un tubo de ensayo sin pestañear. Lo he tocado para comprobar que es de carne y no se inmuta. Sólo se queja del calor.
Me he comprado un ordenador portátil pero me tanto miedo que aún no lo he enchufado. El maletín no iba incluido y me han soplado 50 euros y claro, como no me aclaro con el ratón táctil, me han recomendado uno inalámbrico. Además me han regalado un seguro por un año y me han endosado otro de 90 euros aún no sé cómo. Eso si, me van a revisar el seguro del coche y el de la casa. Creo que soy un capullo.
Hoy me voy a hacer pasar por extranjero para no tener que llevar conversaciones absurdas cuando no me apetezca hablar. Pero nada de inglés o francés, que casi todo el mundo habla su idioma. Yo seré finlandés o islandés que además con lo rubio y blanquito que estoy doy el pego.
Cuando la Yerbabuena baila, al público se le pone la piel de pollo. Cuando Michelle mueve su colita ridiculiza a todas las modernas de la sala. Cuando Najwa muestra barriga todos sentimos ternura. Y cuando Guillem canta parece que las paredes se vienen abajo. Ahora veremos qué tal se siente en el interior de una nave espacial abandonada.
Soy el jefe de Bohdi, ese al que él idolatra. Mi joven y polifacético empleado tiene que preparar un informe (mejor dicho El Informe) para este jueves, así que le he recomendado que se deje de bloguear hasta el viernes. Os manda un saludo ahora que le he quitado las esposas. Yo también os saludo aunque de forma menos ferviente.
El jueves fue el primer cumpleaños de MI PADRE NO LO SABE así que para celebrarlo, he traído a unos amigos que dicen que son novios pero yo no me lo creo. Con tod@s vosotr@s, The Boyfriends cantanto Brave Little Soldiers. Para el karaoke, pincha aquí.
Desde Melbourne hasta Wellington, uno ya no sabe lo que puede encontrarse en la ensalada del catering del avión...
Te escribo de nuevo desde aquí, desde detrás de la mesa empolvorizada de mi despacho con el café ardiendo y amenazando mi estómago. La pila de informes casi llega al techo de este viejo edificio. Ya estoy mejor. Débil pero mejor. Además ha salido el sol. Un beso.
Cuando me diste esa extraña fruta su aspecto me inquietó. Era una granada, fea por fuera, preciosa por dentro. La probé y su amargor me hizo temblar y pensar en que nunca la debería haber probado. Me tropecé y sin poder dar ni un sólo giro en espiral, me golpeé la garganta quedando tres días en cama con la única compañía del cartero de Neruda.
Segunda versión de este blog que no pretende más que dar rienda suelta a mis pensamientos, vivencias y ocurrencias de última hora. Por supuesto, tod@s invitados. Y no... mi padre no lo sabe.
