El principito de los ojos tristes se fumó el último cigarro de la cajetilla, sonrió al pensar en lo borracho que estaba y se acomodó en el sofá, aplastando con la cabeza el corazón de peluche comprado en alguna tienda sueca de muebles y sonriendo de nuevo. Se quitó la corona y la lanzó lejos, con fuerza, dándole a nada. Se preguntó cuánto tiempo tardaría en quedarse dormido y cuando despertó, oyó a Javier Cámara diciendo que hablara con ella y no entendió nada.
Dedicado a la memoria de Alejandra Iglesias López, asesinada el 11 de marzo de 2004.
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