“Esto es ilegal... pero bienvenido!” aulló Enrique cuando le pasaron el porro. Hacía dos años que no lo veía y tenía mejor aspecto. Más maduro, más profesional, menos drogado, con ese aire de Raphael de circo ambulante acompañado por el guitarrista equilibrista y el resto del huracán, me acompañó con más de dos horas de conversación para confirmar mis sospechas: de artista, quiero ser como él.
Dedicado a la memoria de Héctor Manuel Figueroa Bravo, asesinado el 11 de marzo de 2004.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home