¿Y qué cojones importa qué caballo tenga más fuerza, o cuál caiga rendido al suelo por no poder arrastrar todos los sacos de arena que les ponen estos desaprensivos en los carros? Seguro que estos salvajes protegidos bajo el paraguas de “asociación cultural” reciben unos buenos euros de subvención para fomentar esta cruel tradición valenciana. Hay que joderse.
Dedicado a la memoria de Álvaro de Miguel Jiménez, asesinado el 11 de marzo de 2004.
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