Se miraron a los ojos del pasado y ambos sintieron pena. Pena y resignación por haber acabado tan mal después de tanto amor y tanta lucha. No quedaba ni siquiera rencor, no quedaba nada. Sólo unas ilusiones que ahora viajaban en vagones distintos de trenes distintos de planetas distintos. Quizá como lo habían hecho siempre.
Dedicado a la memoria de Soledad Contreras Sánchez, asesinada el 11 de marzo de 2004.
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